



A los 22 años comencé un tratamiento psiquiátrico con antidepresivos y terapias, al regreso de una estancia de estudios en el extranjero. Ese fue mi primer evento, con temporadas de estabilidad, gran positivismo y posteriores recaídas a lo largo de mi vida.
Los síntomas que he identificado como focos rojos cuando comienzo una crisis son: mucho estrés, ansiedad, falta de atención y concentración, dispersión, dificultad para la toma de decisiones, ideas negativas sobre mí y mi vida, miedo a vivir, miedo al futuro, preocupación constante, miedo a estar sola, añoranza del pasado, vacío, desesperanza, sentimientos de culpa, no realizar compromisos, no reconocer mi valía, desconexión entre mi alma, mi ser físico y emocional, obsesión por mi pasado, no estar en el presente, miedo al futuro, mayor codependencia con mi familia, comparación constante con todo el mundo, no sentir amor por mí y dificultad para continuar relacionándome con mis amigos, familia y personas nuevas. Extrañar los momentos en los que realizaba mis actividades con energía, en donde sentía mis capacidades cognitivas fuertes para estudiar, trabajar, convivir con mi familia, amigos, dar y ser generosa.
En este momento de mi vida me percato que estos síntomas provienen de ser muy aprensiva. Entender entonces que la vida no es solo estudio y trabajo, que necesito equilibrar mi vida. Identificar lo que nos gusta ser y hacer. Saber que nada ni nadie es para siempre, que estamos aquí para aprender de uno y de los demás, para cultivar nuestra voluntad ante cualquier adversidad, COMPARTIR, VIVIR, AGRADECER y DEJAR IR.
Día a día intento comprender que la vida no es lineal, no es perfecta, tiene matices, colores, es como una ola que tiene crestas y valles, que el cambio es constante, que sigo trabajando en mi flexibilidad de pensamiento, en mi apertura ante la vida. Aceptarme, aceptar y afrontar las situaciones que la vida me presenta. Saber que las caídas son experiencias con las que necesito reconciliarme, que una caída no define quién soy y ante ello no puedo quedarme varada, que necesito volver a intentarlo, volver a CREER DE NUEVO EN MÍ, en mis capacidades. Que necesito ser compasiva conmigo misma, más no complaciente. Que yo y solo yo soy la única responsable de escribir de nuevo mi historia con los colores que la quiera pintar. Que a pesar del miedo de enfrentar nuevos retos, porque de varios trabajos me han dado las gracias, posiblemente es momento de buscar otros horizontes y ver lo que sí tengo, las herramientas que me hacen un ser único y demostrarme que Sí PUEDO, que si es necesario VOLVERÉ A EMPEZAR, que lograré vencer mi inercia.
Fundamental ha sido el gran apoyo de mi familia así como los múltiples terapeutas, psiquiatras, talleres de psico-educación, musicoterapia, retiros, yoga. Es muy importante solicitar ayuda, aunque confieso que he querido encontrar respuestas de todo y todos afuera, sin embargo la mejor respuesta será aquella que yo genere después de una auto-reflexión y práctica continua de las herramientas aprendidas en los talleres y cursos, terapias y pláticas familiares. Retomar nuevos hábitos perdidos poco a poco como sueño, ejercicio para sudar, sacar toxinas y generar endorfinas, meditación para hacer caso omiso a la mente que me bombardea y re-comenzar un diálogo sano conmigo misma, relajarme y tener técnicas para inducir al sueño con la respiración a través del yoga. Estamos en el camino, paso a pasito lo lograremos.
Anónimo
